En este apartado os presentamos los servicios que ofrecemos dirigidos a personas que ya habéis adoptado o ha cogido o vais a hacerlo pronto u os estáis planteando hacerlo. Sois personas que os habéis comprometido con una gran responsabilidad, la de de cubrir las necesidades de una personita a la que apenas conocéis y enfrentaros a las dificultades que puedan ir surgiendo. Es una vivencia excepcional que tiene tareas, procesos, esfuerzos, retos y dificultades que son propias de la condición adoptiva y acogedora, ya que l@s niñ@s y adolescentes tienen muchas heridas emocionales debido al abandono y, generalmente, experiencias de maltrato y/o institucionalización. Puede ser una tarea tan gratificante cómo dura, pues es una crianza y educación más compleja y complicada que requiere mucha dosis de creatividad, aguante, paciencia y humor. Por ello, es conveniente contar con apoyos externos de profesionales especializad@s en protección infantil y con experiencia en la atención a menores acogid@s o adoptad@s y sus familias, así cómo relacionarse con otras familias acogedoras y adoptantes con quién compartir y contrastar.
En este apartado os presentamos los servicios que ofrecemos dirigidos a profesionales u equipos de trabajo relacionados con el acogimiento [ya sea residencial, familiar, profesionalizado, reforma], la adopción o cualquier otra forma de protección a la infancia o iniciativa social. Sabemos que muchas veces es difícil de entender este tipo de menores, que agotan por qué demandan más detención y que no sabéis que hacer con ell@s o con sus compañer@s. Por eso os proponemos que os forméis, para poder comprenderl@s y poder tener más recursos para relacionaros con ell@s y que os apoyéis en nosotr@s.
Todas las personas adoptadas y/o acogidas [en una familia o en una resi] piensan en ello aunque no lo hablen mucho. Porque si te han adoptado o estás acogido, quiere decir que tu familia biológica no pudo cuidarte adecuadamente y eso da mucha rabia y duele. Y aunque no te acuerdes de las cosas que te pasaron, puede que hayas pasado momentos muy malos que te hicieron sentir tristeza, angustia, miedo... son situaciones muy difíciles que duelen y que provocan heridas difíciles de curar. A veces estas heridas hacen que te enfades muy rápido o te pongas muy triste, qué piensas que no te quieren, que te cuesta atender en clase, que te salga la mentira muy fácil, que tengas miedo que te regañen, que hagas cosas que no quieras hacer, que te cueste cumplir las normas... Pero eso no quiere decir que seas malo o mala. Si quieres, te podemos ayudar con los esfuerzos qué haces cada día para controlarte más, estar más tranquil@, aprender a confiar, sentirte más a gusto contigo...
La forma de relacionarse en la adolescencia y adultez se construyen sobre el relato que la persona se cuenta a sí misma de su propia historia, de sus experiencias de apego y vínculos posteriores, no sobre los hechos en sí mismos. Por eso, puedes haber tenido experiencias en su infancia dolorosas o dañinas y a la hora de relacionarte, sentirte valios@, sentir que tienes un lugar propio en el mundo y anticipar experiencias positivas a la hora de vincularse con otras personas. Y al contrario, puedes haber tenido experiencias en principio menos dolorosas y sentirte indegur@ y celos@ en las relaciones , evitar el compromiso, tener dificultades al establecer intimidad con otras personas. El relato que nos construimos es único. Cada persona construye el suyo, incluidos l@s herman@s de una misma familia que pueden construir relatos y maneras de relacionarse diferentes.
Por lo tanto, es fundamental comprender que el factor más importante en el desarrollo afectivo no son las experiencias en la infancia, sino haber sido capaz de construir una narrativa coherente sobre las mismas, una narración donde se llegue a comprender por qué sucedió lo que sucedió, las fortalezas y las debilidades de las figuras parentales, el contexto y las consecuencias que ha tenido todo ello en tu propio desarrollo. En la medida que puedas comprender y narrarte a ti mism@ tu propia historia, ésta pasa a tener menos peso negativo. Muy al contrario, se puede convertir, por muy negativa que sea esta experiencia, en un motor de transformación y de entrega. Es parte de lo se conoce como resiliencia.